- Oye, supiste que la
Isabel colgó el hábito.
- ¡No te puedo creer!
- Imagínate, ¡20 años
de consagrada!
- ¡Qué heavy! ¿Y qué
va a hacer ahora?
- No lo sé, pero
bueno, para eso te llamaba, hoy en la noche nos juntamos en la casa de la
Patricia y ahí ella va a dar su versión oficial.
La
Isa entró al “Movimiento” cuando apenas tenía 19 años. Después de un breve paso
por pedagogía en la Universidad Católica, sintió el tilín tilín de la vocación
y se fue de Chile para siempre a hacer proselitismo religioso por el mundo. La
veíamos bastante poco, cada tres o cuatro años, cuando “nuestro Padre” le daba
permiso para volver al país. El look de nuestra amiga consagrada era mortal:
cero maquillaje, pelo descuidado, ropa fea y pasada de moda ¡Y pensar que era
una de las mujeres más estupendas de la generación! Una gran “captación” para
los Legionarios de Cristo; una gran pérdida para la humanidad. Lo único que me
producía cierto alivio al verla en ese estado de enajenación mental, era que
genuinamente la Isa estaba en llamas con su vocación. Era tal la pasión y
entusiasmo con la cual transmitía sus convicciones religiosas, que daba la
impresión que en cualquier momento se rasgaría las vestiduras y en su cuerpo
tatuado se leería: “I love Jesus”.
Después
de 20 años al servicio de Dios, Isabel junto a varias otras religiosas,
decidieron saltar por la borda y abandonar la congregación más vapuleado y
vilipendiado de los últimos tiempos. Los cabecillas del movimiento ya no podían
seguir ocultando la evidencia e inventando falsos complots demoníacos para
negar la contundencia de los hechos. En pocas semanas, su otrora santo de
altar, objeto de culto y adoración, se había convertido en un mega estafador,
drogadicto, mafioso y degenerado. Las diabluras de nuestro Karadima local, eran
de pecho al lado de los numeritos del crack
mejicano.
Ese
día de noviembre llegamos todas puntualísimas a la casa de la Patricia. Nadie
quería perderse ni el más mínimo detalle de este hecho histórico. Mientras dejábamos nuestras chaquetas y
repartíamos pisco sour para bajar la tensión, la Francisca fue la encargada de
abrir el debate:
- ¡Veinte años
perdidos! ¡Qué horror! Yo me pegaría un tiro- dijo en un arranque de
dramatismo.
- Imagínate quedarte
sin profesión, sin marido, sin hijos por culpa de un viejo cachero y depravado-
comentó la Ignacia.
- ¡Ah no!, yo a estos
cuates de mierda les exigiría una indemnización millonaria, si total lo que les
sobra es plata- remató la abogada.
Y
mientras tanto la Isabel, que ya iba por su segundo pisco sour y oía la
discusión como si habláramos del tiempo, decidió en un momento dado interrumpir
la conversación: “Miren chiquillas, fui feliz durante 20 años, porque no sabía
lo que realmente estaba pasando, pero cuando se destapó toda esta mierda, y
caché la secta en la que estaba metida, ahí mandé todo a la punta del cerro y
me di chipe libre”, dijo olímpicamente mientras se acomodaba en el sofá.
“Ahora, para ser honesta, lo único que me preocupa es quién me va a ayudar a
encontrar marido”. “Qué…..!!!!!!???” En fin, después de una declaración así, lo
único que nos quedó por hacer fue reírnos, tratar de salir del impacto y buscar
posibles candidatos. “No, ése es demasiado trancado; no, ese es demasiado
pastel; no, ese acaba de salir del clóset”.
Volví
a la casa pasada la medianoche y todavía seguía pensando a quién podríamos
presentarle a la Isabel. Apagué la luz de la salita de estar y caché que la luz
de mi pieza seguía prendida. “Este huevito quiere sal”, pensé. No era normal
que Julio se quedara esperándome despierto hasta altas horas de la noche.
- Hola mi amor, ¡te mueres el notición que nos
dieron hoy!- le dije mientras empezaba a agarrar vuelo para contarle la
historia. -Resulta que la Isabel colgó el hábito y no sólo eso, ¡sino que
además quiere estudiar, carretear, casarse y tener hijos!
- Bueno, yo también tengo algo que contarte.
- ¿Que pasó?
- La tía Eugenia está muy mal. Me llamó Marcos
para contarme que había tenido un derrame cerebral y que la habían encontrado
botada en su departamento.
- Uyyyy….
Eugenia,
al igual que Isabel, entró al convento a los 19 años. Se hizo monja de Los
Sagrado Corazones, pero a diferencia de nuestra amiga, Eugenia no era muy
agraciada. Era alta, enorme, tenía un tremendo vozarrón y un gran corazón.
Durante cuarenta largos años fue monja de esta congregación, hasta que un día
decidió retirarse porque la orden a la cual ella había ingresado se había
desperfilado por razones políticas, o por lo menos esa fue la versión que me
tocó a mí.
Deslenguada,
honesta y graciosamente desencantada con la vida, siempre me pareció genial la
relación que tenía con Francisco su hermano cura. No hubo matrimonio, bautizo o
funeral que no terminaran peleando por culpa de lo largas y aburridas que eran
sus ceremonias religiosas. “¡Es un boludo!”, se escuchaba decir a Eugenia desde
la galucha de la iglesia. “¡Lo hace para llamar la atención! ¿Cómo no va a
saber en qué página del librito está lo que tiene que leer?”, protestaba la ex
monja.
Casi
un año después de su accidente cerebral, Eugenia murió en su casa tranquila y
al parecer sin mucho dolor. Su último deseo fue que la enterraran en Pergamino,
a unos 250 kilómetros de Buenos Aires, donde su familia tuvo alguna vez un
campo que ella disfrutó mucho durante su infancia. Al entierro llegaron todos:
sus hermanos, varios sobrinos y los anexos a la familia. Como era de esperar,
el hermano cura llegó tarde para presidir la ceremonia y sin el misal que
correspondía para la ocasión. Mientras uno de los parientes buscaba
desesperadamente “ritual de exequias para entierro católico” en Internet, yo
aproveché para echarle un último vistazo al whatsapp.
Habían llegado varias fotos, y al abrirlas me encontré con selfies de la Isabel radiante en su luna de miel. Me saltaron las
lágrimas. Se veía feliz al lado de su nuevo marido. “Qué insólita es la vida”,
pensé. Al levantar la vista vi al tío cura, tratando a duras penas de leer una
lectura en la pantalla del celular. “¡Apuráte boludo!”, le habría dicho la ex
monja a su hermano cura. “Por tu culpa voy a llegar tarde a mi propio
funeral”.
Ilustración: Carolina
Undurraga
Caroundurraga.blogspot.com
1 comentario:
Minata, esto está demasiado entretenido!!!!, porfavor sigue escribiendo!!!!,
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