martes, 17 de junio de 2014

Sueño con mis ex

   En mis doce años de matrimonio nunca he sido infiel, y lo cierto es que no ha sido tan difícil. Los motivos son los siguientes: mi marido es un bombonzazo argentino y para colmo está cada día mejor. No tiene canas, no tiene guata, mucho pelo en la cabeza y los músculos marcados ¡Qué más le puedo pedir a la vida! En segundo lugar, porque en este país hay pocos hombres bellos lo que ayuda a evitar tentaciones innecesarias. En tercer lugar, el tipo reúne un ramillete de cualidades encantadoras: inteligente, buena persona y entretenido. Y para rematarla, mi esposo cumple religiosamente con sus deberes carnales lo que me convierte en una mujer plenamente satisfecha.

Ahora, aquí es donde se complica el asunto. ¡Resulta que en mis sueños soy terriblemente infiel! He fantaseado con todos y cada uno de mis ex pololos. No se ha librado ninguno. Freud se haría un festín con esto. Lo curioso es que la intensidad erótica del sueño es inversamente proporcional a lo que haya ocurrido en la vida real. Con el pololo de varios años, la cosa no es tan heavy. Sin embargo, con el amigo que nunca pasó nada, pero que siempre hubo onda, ahí la cosa se pone escandalosa ¡En mis delirios soy una fiera! Una leona en celo, como diría una amiga. Todo tipo de proezas, adminículos y piruetas exacerban mis fantasías nocturnas. 

Y a la mañana siguiente me quiero morir. Amanezco con una mezcla entre calentura y remordimiento que me hace incapaz de mirarlo a los ojos. ¡Ni que le hubiera puesto el gorro en verdad! En fin, la única manera que se me ocurre para expiar mi culpa es “confesando” mi desliz. Trato de tirarlo a la chacota, pero el relato resulta sumamente poco gracioso. Todo mal, mi incomodidad persiste, me delaté por las puras, ¡me siento como una idiota!

Al día siguiente de la entrega de los premios Oscar me junté con una amiga y le conté sobre mis fantasías eróticas. Su observación me pareció magistral: “Mira, yo no sé si tu marido sueña con sus “ex” o con quién sea; lo que sí estoy segura es que ahí tú no apareces ni como actriz de reparto”. El comentario resultó ser el mejor antídoto para mi remordimiento.



















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