sábado, 6 de septiembre de 2014

Canosas Furiosas (Parte I)



“Minata te falta un doctorado en sociología o un PhD en algo, pero como que a una maquilladora no le vienen las canas”, fue la respuesta de mi hermano cuando le comenté que quería dejármelas crecer. “¡¿Pero por qué no, si esa mujer se ve increíble?!”, le dije a Matías mostrándole a una guapísima señora de pelo blanco. “Minata, ella debe tener más de sesenta….”

Es verdad, yo tengo bastante menos que esa edad, pero también es cierto que nunca me ha acomodado la esclavitud del teñido. Me apesta tener que ir todos los meses a camuflarme esa desgraciada raíz blanca. Y no sólo porque el servicio es caro, sino porque además los productos me pican. Entonces resulta que paso todo el resto del mes rascándome la cabeza como si tuviera piojos, y al cabo de cuatro semanas, cuando pasó la picazón, tengo que volver a la peluquería a hacerme el retoque. Una verdadera lata.

A esto se le agrega otra variable, y estoy segura que aquí voy a interpretar a varias. ¿Por qué todo el mundo dice que los hombres se ven increíbles con las canas y a nosotras esa lógica no aplica de igual manera? ¿Por qué ellos se ven cada día más sexies y tincudos y nosotras nos sentimos tan miserables con nuestro glaseado natural. Alguna vez han escuchado a alguien decir: “¡Qué regia estás!, ¿te dejaste las canas...?”

Hace un par de semanas una amiga conductora me invitó a su programa de radio. Yo partí feliz, pero un poco intrigada sobre qué íbamos a hablar. “No te preocupes”, me dijo la Carola. “Este programa es súper relajado, hablamos de la vida, de ti, de actualidad”, detalló sin darle mucha importancia a mi nerviosismo.
No, ¡es que justamente ése era el problema! Cómo le hacía entender a la Carola que hace cinco años que no leía el diario, que con cueva alcanzaba a escuchar los titulares de las noticias y la profundidad de mi información era equivalente a los 140 caracteres de Twitter. “Voy a hacer el loco”, pensé mientras me ponía los audífonos en la cabeza. Y de pronto veo que la Carola se queda paralizada, mirándome fijamente, con los ojos clavados en mi cabeza.

- Minata, ¿qué onda las canas? ¡Por favor anda a teñirte el pelo!.
- No pienso, es definitivo, me las voy a dejar crecer… Es una declaración de principios.
- Yaaa… ¿y qué dice tu marido?
- Nada mucho. Como que no me pesca….

Después de hacer un pequeño gesto de desaprobación, levantó la mirada, miró el reloj de pared y dijo: “Uy faltan 5 minutos y esta mujer que aún no llega. Tal vez tengamos que hacer el programa solas”. Noooo, ahora sí que fregué. Me va a preguntar sobre la reforma tributaria o el conflicto en Medio Oriente. Estaba en un callejón sin salida. “Quedo como idiota o quedo como muda, pero de ésta no salgo bien parada”, fue mi fatal veredicto.

Y en estas reflexiones me encontraba, cuando de pronto entró Carolina de Moras, alias, “la diosa”: alta, flaca, de largo cabello dorado y unos tremendos ojazos verdes. Era perfecta, una criatura celestial, y yo una cuarentona en crisis con las canas al aire. Se sacó su trench dorado, se sentó frente al micrófono, saludó al sonidista y me presentó con una soltura como si hubiéramos sido amiguis de toda la vida.

- ¿Y de qué estaban hablando chiquillas?- preguntó.
- De las canas de la Minata- le respondió la Carola mientras yo seguía encandilada.

Después no me acuerdo muy bien cómo se fue dando la conversación. Lo único que recuerdo es que dije, en vivo y en directo, que estaba en un gran dilema existencial: “No sé si dejarme las canas o levantarme las pechugas”. Papelón.

Al salir de la radio me bajó un ataque de arrepentimiento, cosa que me pasa bastante seguido cuando sufro de incontinencia verbal. ¡Ahora me van a echar a las niñitas del colegio!”, pensé “¡y tanto que me costó meterlas!”. Debe haber sido tal mi angustia, que casi atropello a uno de esos ciclista furiosos, que odio con toda mi alma. “Idiota”, le grité histérica mientras sacaba la cabeza por la ventana. Miré por el espejo retrovisor, pero ya lo había perdido de vista. Lo que único que seguía frente a mis ojos eran mis impúdicas raíces blancas. “Soy una canosa furiosa”, pensé gratamente sorprendida con mi ocurrencia. “Tal vez podría liderar una nueva agrupación…”

To be continued...


Ilustración: Carolina Undurraga "Siquis"
Caroundurraga.blogspot.com

2 comentarios:

MªFranciscaRivera dijo...

Jajajajajaja me sentí completamente identificada. Muy bueno!!

Anónimo dijo...

Jajajaja carolina bicicleta canas .........
jajaja buena escritura minita